domingo, 20 de julio de 2014

INFORME ESPECIAL MALVINAS

 

COMENTARIOS GENERALES:
CEE “Santa Romana”

No cabe duda que la realidad política se compone tanto de cuestiones tangibles como de intangibles. Entre las primeras, encontramos cuestiones, que por lo general, son objetivas.  Aunque su valoración pueda variar de persona a persona.
Por su parte, las segundas son más difíciles de percibir, pues no tienen una existencia concreta. Aunque tengan sujetos y gestos que las encarnen. Como tales, las cuestiones intangibles conforman una precepción más o compleja sobre un tema en particular.
Descendiendo a la concreto. Así como hay países que se destacan por sus realidades políticas tangibles. Como su poder económico, tecnológico y militar. La Argentina, parece destacarse por cuestiones más bien intangibles, como su excelencia futbolística, sus habilidades sociales materializadas en la Reina Máxima o en el poder espiritual encarnado por el Papa Francisco.
Sin embargo, a la par de lo positivo, también, lo intangible se manifiesta, como afirmó acertadamente el sociólogo Eduardo Fidanza, en permanentes crisis políticas; ya que “No puede ser que un gobierno que hizo del pueblo su causa central lo deje liberado después a la delincuencia, las inundaciones, los accidentes, la corrupción, el narcotráfico, las mafias.”
A esta preponderancia que presenta nuestro país por lo intangible, vemos que se le suma la contradicción entre los intangibles positivos de los que no lo son.
¿Cómo salir de este cuadro doblemente incapacitante? El de un desbalance a favor de lo intangible y la presencia cuestiones negativas.


La historia nos enseña que esto lo pudo resolver mejor nuestro país cuando hubo un ideal nacional sobre el que confluyeran las energías de la mayoría. La reciente experiencia mundialista nos muestra, aunque más no sea en una pequeña escala, esta palpable realidad.
Los argentinos hacemos mejor las cosas cuando éstas tienen la doble característica de que agradan a nuestro orgullo y que a la vez son difíciles de obtener, imponiéndonos un desafío.
En un plano superior, el de los objetivos nacionales, tal como lo sostiene Jorge Castro: “La cuestión Malvinas no es menor para la Argentina. En un país tan frustrado históricamente y tan dividido internamente…” Al respecto, agrega: “En este camino de logros, realización, y unidad, la recuperación de Malvinas, para la Argentina y a América del Sur, integrando un proyecto de protagonismo global de la región, puede convertirse en el punto de inflexión de una larga trayectoria nacional, tantas veces frustrada, que llevaría finalmente a su culminación.
Todos los gobiernos argentinos han percibido o al menos intuido la importancia de Malvinas. Pero, ha llegado la hora de acercarse al problema sin ideologías ni sentimentalismos y presentarse ante el mundo como un actor serio y fiable. Es nuestra obligación comenzar a solucionarlo, asumiendo que la lucidez es la principal característica de una política de Estado.

LA HISTORIA DEL PROBLEMA:
El Informe Ruda.
La presente historia del problema está basada en la presentación hecha por el Embajador argentino ante la ONU, el Dr. José María Ruda, ante el Subcomité III del Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobré la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, el 9 de septiembre de 1964.
Los ingleses jamás habían poseído efectivamente la totalidad del Archipiélago de Malvinas, antes de 1833. Sólo fundaron en 1765, en una isleta llamada Saunders, el fuerte de Puerto Egmont. En 1774, lo abandonaron voluntariamente y recién 59 años más tarde se presentaron para desalojar, en forma violenta, a la población argentina, estableciendo así su único título.
La historia de las Islas Malvinas no comienza en 1833, ni en 1765.
La documentación publicada en esa época demuestra fehacientemente que esas islas fueron descubiertas por navegantes españoles. En los mapas y planisferios españoles de comienzos del siglo XVI figuran ya las islas. El primer mapa es de Pedro Reinel (1522-23) que marca un archipiélago a la altura del paralelo 53°55' de latitud sur. Lo cierto es que la cartografía inglesa de la época no muestra las Islas en los mapas, ni existen pruebas que atestigüen estos hipotéticos descubrimientos.
En realidad, hasta mediados del siglo XVIII en Londres se ignoraba, a ciencia cierta, la existencia de las Islas Malvinas y, a veces, se las confundía con unas hipotéticas Islas Pepys. Fue entonces cuando Inglaterra, en 1748 a sugerencia del Almirante Anson, decidió enviar una expedición a “descubrir” y poblar las Islas Malvinas y Pepys. Gran Bretaña consultó a España y ante la resistencia de Madrid, desistió de sus propósitos. Estos actos de consulta de 1749 a la Corte Española, son una demostración categórica del reconocimiento de Inglaterra a los derechos de España sobre las islas y las costas de América.
En el Tratado de Madrid de 1670, se convino que Gran Bretaña conservaría todas las tierras, islas, colonias y dominios que poseyera en América; pero este reconocimiento de la soberanía inglesa en América del Norte era acompañado en contra partida por otra cláusula que disponía que “los súbditos de Gran Bretaña no dirigirán su comercio, ni navegarán a los puertos o lugares que el Rey Católico tiene en la dicha India, ni comerciarán con ellos”. Más aún, el tratado de Madrid de 1713, estableció: “Su Majestad Británica ha convenido en promulgar desde luego las más fuertes prohibiciones y debajo de las más rigurosas penas a todos los súbditos a fin de que ningún navío de la Nación inglesa se atreva a pasar a la mar del Sur ni a traficar en otro paraje alguno de las Indias españolas”.
Recién en febrero de 1764 se produce el primer intento de colonización por parte de Luis Antonio de Bougainville, marino francés, que fundó Puerto Luis en la Malvina Oriental, a nombre del Rey de Francia. España se sintió lesionada en sus derechos por esta fundación e inició negociaciones con Paris, para obtener la entrega del establecimiento francés. Inglaterra envió por entonces una expedición clandestina que fundó Puerto Egmont, en 1766, en el Islote Saunders, vecino a la Malvina Occidental, en el lugar que Bougainville había llamado Port de la Croisade.
España, mientras tanto, protestó formalmente ante el Gobierno francés obteniendo el reconocimiento de sus derechos de dominio. En el islote Saunders quedaba la pequeña guarnición británica de Puerto Egmont que se había establecido en 1766. En el momento del traspaso de Francia a España del establecimiento de Puerto Luis, los ingleses permanecieron silenciosos y no hicieron ninguna reserva de su supuesta soberanía. España, solucionado su diferendo con Francia, dirigió su atención a Puerto Egmont, y la guarnición británica fue desalojada del Islote Saunders por las fuerzas españolas de la Escuadra del Río de la Plata al mando del Gobernador de Buenos Aires, Buccarelli, el 10 de junio de 1770.
El 22 de mayo de 1774, los ingleses abandonaron voluntariamente el islote Saunders, llamado por entonces, por los ingleses, Isla de Falkland, en singular. Pasarían 59 años antes que los ingleses volvieran a las Malvinas y el único título que podían exhibir en 1833 era solamente una placa de plomo colocada por los ingleses, que fue removida por los españoles y llevada a Buenos Aires. La insólita pretensión de Gran Bretaña en 1833 se basa en una supuesta posesión a través de una placa de plomo, contrariamente al derecho internacional de la época que requería, como condición de dominio, la posesión efectiva.
En 1776 se creó el Virreinato del Río de la Plata, incluyendo las mencionadas islas, que pertenecían a la Gobernación de Buenos Aires, e Inglaterra no dijo nada.
En resumen, después del abandono voluntario de Puerto Egmont por Gran Bretaña en 1774, España quedó señora indiscutible e indiscutida de las Islas Malvinas, ejerció soberanía absoluta en ellas, las ocupó y designó autoridades, sin la menor protesta por parte de Gran Bretaña. Incluso se suscribieron instrumentos internacionales, como los que acabamos de citar, que reafirmaron el derecho de España.
Estos fueron los derechos que heredó la República Argentina en 1810.
El proceso de la independencia argentina fue largo y penoso. Sus ejércitos recorrieron media América ayudando la independencia de sus países hermanos. Esta lucha se llevó a cabo sin apoyo exterior y con el mayor sacrificio.
No obstante, el Gobierno de la República Argentina envió a las Malvinas en 1820 a la fragata “La Heroína”. En 1823, el Gobierno de Buenos Aires designó Gobernador de las Islas Malvinas a Don Pablo Areguatí.
En 1828, se dictó un decreto otorgándole concesiones a Vernet en la Malvina del Este. En ningún momento Inglaterra objetó el establecimiento argentino en las Islas Malvinas, a pesar que se habían realizado actos jurídicos sumamente importantes entre los dos partes, como la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de febrero de 1825.
En tales circunstancias, el 10 de junio de este mismo año, 1829, el Gobierno de Buenos Aires creó la comandancia política y militar de las Islas Malvinas con sede en Puerto Soledad, con una competencia que comprendía todas las islas adyacentes al Cabo de Hornos en la zona atlántica. Se designó Comandante al mismo señor Luis Vernet.
Fue entonces, en época en que surgía con plena fuerza el afán expansionista de Gran Bretaña, que comenzó a despertarse el interés inglés sobre el archipiélago, interés que no era más que la renovación de su vieja aspiración, de contar con posesiones en el Atlántico Meridional. Esta había sido la intención que llevó a Gran Bretaña a invadir Buenos Aires, sucesivamente, en 1806 y en 1807, siendo rechazados valientemente por su población. Además, ya había ocupado el Cabo de Buena Esperanza, en el extremo meridional del África en 1806, base de una expansión posterior.
Impulsada por los intereses mencionados, Gran Bretaña resolvió protestar por la creación de la Comandancia político-militar. El 10 de noviembre de 1829, formuló una reclamación expresando que el Gobierno argentino habla asumido “una autoridad incompatible con los derechos de soberanía de Su Majestad Británica sobre las islas”.
Pero no sólo se movieron los intereses y las ambiciones británicas sino que también los Estados Unidos demostraron interés en proteger la caza de focas de sus nacionales, en las costas de las Islas Malvinas.
Cuando Vernet intentó hacer cumplir la legislación argentina relativa a la pesca y detuvo a tres barcos norteamericanos, comenzó la acción de otro país poderoso.
El 31 de mayo de 1831 se presentó en Puerto Soledad la corbeta norteamericana Lexington, enarbolando pabellón francés con señal al tope de proa para pedir prácticos y se dirigió al muelle. Así consiguieron desembarcar los marinos norteamericanos, que destruyeron el establecimiento y ejecutaron otras depredaciones.
El 3 de enero de 1833, la Corbeta Clío se presentó frente a Puerto Soledad. Allí se hallaba anclado el pequeño buque argentino Sarandí. El Capitán inglés exigió el retiro del destacamento argentino. La comparación de fuerzas no admitía posibilidades de lucha y a esto se sumaba el elemento sorpresa.
Los ingleses arriaron el pabellón argentino y ocuparon por la fuerza Puerto Soledad y así quedó consumado mediante el despojo un capítulo más de la historia colonial. Casi todos los habitantes argentinos fueron expulsados de las islas.
El 3 de enero de 1833, casi 60 años después del retiro voluntario de 1774, los británicos cometieron este acto de fuerza en Puerto Soledad, en la isla Malvina del Oeste, donde jamás habían estado en tiempo alguno.
Al año siguiente ocuparon todo el archipiélago.
Lo que hemos descripto, señala un acto simple y fácil de entender. En 1833, Gran Bretaña, desprovista de todo derecho, sólo podía utilizar la fuerza para ocupar las Islas. La situación desde ese año no ha variado; la fuerza sigue siendo la base de la presencia británica en el archipiélago.
Cabe señalar la reacción de Brasil, que instruyó a su Ministro en Gran Bretaña para que brindara a su colega argentino en Londres, “su más franca y oficiosa colaboración para el buen éxito de la diligencia”. Bolivia respondió asimismo que figuraría entre las primeras naciones “para obtener la reparación de tamaña ofensa”.
El 24 de abril de 1833 el representante argentino en, Londres, don Manuel Moreno, instruido por el Gobierno de Buenos Aires, presentó una nota de protesta ante el Gobierno de Su Majestad Británica, que reiteró el 17 de junio, en una extensa y documentada memoria de protesta.
Gran Bretaña sostuvo en 1834, de acuerdo a la nota de Lord Palmerston, que "el descubrimiento y la subsiguiente ocupación" eran la fuente de sus derechos, agregando que estos derechos adquirieron una sanción adicional por el hecho de que España devolvió a Gran Bretaña en el año 1771 el fuerte de Puerto Egmont.
Hemos visto, en cuanto al descubrimiento, que si alguien avistó por primera vez las Islas Malvinas, fueron navegantes españoles. Aparte de la realidad histórica, el problema jurídico debe ser examinado a la luz del momento en que tuvo origen el problema y debemos tener presente que desde fines del siglo XVI, impera la regla en derecho internacional que, para la adquisición de territorios res nulius era necesaria la ocupación, que prevalece sobre el descubrimiento que sólo confiere título preliminar y precario. Este título, llamado título incoado (inchoate title) debía ser afirmado por medio de la ocupación efectiva; no bastaba, en el siglo XVIII, ni el descubrimiento, ni la ocupación ficticia o simbólica.
Más aún, los estados americanos, en 1933, durante la VI Conferencia Internacional Americana de Montevideo, consagraron una doctrina fundamental del derecho americano al establecer: “Los Estados contratantes consagran en definitiva como norma de su conducta, la obligación precisa de no reconocer las adquisiciones territoriales o de ventajas especiales que se realicen por la fuerza, ya sea que ésta consista en el uso de las armas, en representaciones diplomáticas conminatorias o en cualquier otro medio de coacción efectiva. El territorio de los Estados es inviolable y no puede ser objeto de ocupaciones militares ni de otras medidas de fuerza impuestas por otro Estado, ni directa ni indirectamente, ni por motivo alguno, ni aun de manera temporal”.
Abonados en esta conducta, suscribimos en 1945 la Carta de las Naciones Unidas, no sólo como un mecanismo para mantener la paz y la seguridad internacionales, sino también como un sistema para encontrar solución justa a los problemas internacionales, especialmente los que derivan de la existencia del sistema colonial, y en la misma Conferencia de San Francisco la delegación argentina formuló expresa reserva de los derechos de nuestro país sobre las Islas Malvinas.
Desde el comienzo de esta Organización, la Argentina tuvo conciencia de la importancia del artículo 73, inciso e) de la Carta. Tan pronto como Gran Bretaña comenzó a enviar información sobre las Islas Malvinas, la República Argentina hizo conocer a las Naciones Unidas, como tantas veces lo había hecho en el pasado, su reserva de soberanía sobre el territorio.
Y así, a través de las Asambleas Generales, la Argentina recordó anualmente sus derechos a las Islas dejando constancia que la información que proporcionaba el Remo Unido con relación a las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, en nada afectan la soberanía argentina sobre dichos territorios, de que la ocupación que detenta Gran Bretaña es en virtud de un acto de fuerza, jamás aceptado por el Gobierno argentino y de que reafirma los imprescriptibles e inalienables derechos de la República. Mientras tanto, en la Organización de Estados Americanos, mi país sostuvo que en América debían terminar las situaciones coloniales.
Nuestro país apoyó y apoyará con actitud clara; serena y constructiva este proceso de descolonización que tiene lugar, en este momento histórico, con el apoyo de las Naciones Unidas. Así apoyamos calurosamente las resoluciones complementarias de la 1514 (XV), es decir las Resoluciones 1654 (XVI), 1810 (XVII) y 1956 (XVIII).
Las Islas Malvinas se encuentran en situación particular diferente del caso colonial clásico. De hecho y de derecho pertenecían a la República Argentina en 1833 y estaban gobernadas por autoridades argentinas y ocupadas por pobladores argentinos. Estas autoridades y pobladores fueron desalojados por la violencia, no permitiéndose su permanencia en el territorio.
Por el contrario, fueron suplantados, durante estos 131 años de usurpación, por una administración colonial y una población de origen británico.
En tal sentido, consideramos que el principio de libre determinación sería mal aplicado en situaciones en que parte del territorio de un Estado independiente ha sido separado contra la voluntad de sus habitantes-en virtud de un acto de fuerza por un tercer Estado, como en el caso de las Malvinas, sin que exista ningún acuerdo internacional posterior que convalide esta situación de hecho y cuando, por el contrario, el Estado agraviado ha protestado permanentemente por esta situación. Estas consideraciones se ven agravadas muy en especial cuando la población originaria ha sido desalojada por este acto de fuerza y grupos fluctuantes de nacionales de la potencia ocupante la han reemplazado.
La dominación británica en las Islas Malvinas no sólo es contraria a la Carta de las Naciones Unidas, sino, que también crea una situación estéril en un territorio que podría gozar de un mayor auge económico unida a quien corresponde por la naturaleza y derecho. Prueba de ello es que las estadísticas de 1912 demuestran que en las Islas Malvinas había 2295 habitantes y que la población desde entonces se ha mantenido estancada.
En un muy apretado resumen:
1°: La República Argentina reclama con firmeza el restablecimiento de su integridad territorial, mediante la devolución de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur, que fueron tomadas por Gran Bretaña en un acto de fuerza. Única solución que impone la justicia. La República Argentina, respetuosa de los derechos fundamentales del hombre y de las obligaciones emanadas de la Carta de la ONU, tendrá especialmente en cuenta el bienestar y los intereses materiales de los actuales pobladores de las Islas Malvinas. En la misma forma como, al amparo de las garantías que otorga nuestra Constitución, los hombres de todas las razas y credos del mundo se han integrado a la vida de la Nación.
2°: La República Argentina no aceptará, sin embargo, que se desnaturalice el principio de libre determinación, aplicándolo, para consolidar situaciones producto de un anacronismo colonial, en detrimento de sus legítimos derechos de soberanía sobre las Islas.
LA ACTUALIDAD
Cobos, Taiana y el fetiche del pasaporte sellado en Malvinas.
Fernando Gonzalez
http://www.cronista.com/columnistas/Cobos-Taiana-y-el-fetiche-del-pasaporte-sellado-en-Malvinas-20140702-0065.html

El 2 de abril se cumplieron 32 años del comienzo de la Guerra de Malvinas. Ese día, en esta misma columna editorial, escribí que el mejor homenaje que se le podía hacer a nuestras islas era conocerlas. El mensaje iba dirigido a nuestros lectores en general y, en particular, a los candidatos presidenciales dado que ninguno de ellos conocía esos dos pedazos de tierra que tanto amamos y extrañamos. La cuestión es que el último sábado se produjo un hecho que quedó algo relegado entre las grandes noticias que daban cuenta del procesamiento de Amado Boudou. Julio Cleto Cobos, ex gobernador, ex vicepresidente y actual diputado nacional, había viajado a las islas Malvinas.
Como es costumbre en el país adolescente, la polémica estalló de inmediato. Los habitantes del universo diplomático iniciaron una discusión sobre la inconveniencia de que un legislador nacional como Cobos se dejara sellar su pasaporte argentino por las autoridades británicas. Para embajadores como César Mayoral, el viaje constituyó una sorpresa desagradable. Para el ex vicecanciller, Andrés Cisneros, el “fetichismo” del pasaporte sellado (como lo definió) no crea ningún antecedente a favor de Gran Bretaña ya que, desde 1989, hay un paraguas sobre la discusión de la soberanía. Claro que el más duro, sin dudas, fue el ex canciller Jorge Taiana, quien consideró el viaje de Cobos como “irresponsable e inconsulto”. Y agregó una frase insólita y hasta bastante triste en boca de una persona reconocida por su formación política, cultural y su inteligencia. Para Taiana, el sellado del pasaporte “es una razón por la cual nunca he ido ni iré a las Malvinas”.
Taiana, quien renunció a la Cancillería argentina porque la Presidenta le faltó el respeto en una discusión telefónica, no tiene idea lo que se pierde renunciando a conocer el territorio que alguna vez queremos recuperar. Con sus conocimientos y con su experiencia, sería invalorable que pudiera recorrer los campos de batalla donde murieron 649 soldados de la Patria. Estoy seguro que se conmovería visitando el Cementerio de Darwin donde 123 tumbas esperan la muy demorada identificación por ADN para que dejen de ser “sólo conocidos por Dios”, como está escrito en las lápidas. Y sus ideas seguramente serían enriquecidas si pudiera intercambiar argumentos con los habitantes que hace 181 años viven en nuestras Malvinas.
La frialdad, el bloqueo y el aislamiento que hemos mantenido sobre las Malvinas desde la guerra de 1982 no han dado resultados positivos. La Argentina necesita una política de Estado para las islas y mal se puede diseñar una política de Estado sobre un territorio que sólo se conoce por los mapas, los libros de historia y las canciones patrias. Necesitamos más vuelos y más intercambio humano. Como lo hizo Cobos, que los candidatos a presidente y todos aquellos argentinos a los que les interesa el futuro vayan a las islas Malvinas. Es posible que allí encuentren las respuestas que hace tanto tiempo estamos buscando.
Las Malvinas y el pasaporte de Cobos.
Marcelo Kohen (Profesor de Derecho internacional)
http://www.lacapital.com.ar/ed_impresa/2014/7/edicion_2063/contenidos/noticia_5001.html
El viaje a las Malvinas del diputado nacional y precandidato presidencial Julio Cleto Cobos despertó una gran polémica. No es mi intención analizar el objetivo político de dicho viaje. Tampoco la compañía que el personaje político eligió para hacerlo. Me preocupa cómo el debate generado por dicho viaje puede ser utilizado por la potencia ocupante.
El precandidato Cobos declaró que durante su campaña electoral iba a recorrer todo el territorio nacional y que para ello comenzaba por las Malvinas. Nada más irreprochable que ello. Para hacerlo fue con su pasaporte argentino en el que se le estampó un sello que dice "Immigration Falkland Islands". En virtud de la Declaración argentino-británica del 14 de julio de 1999, los ciudadanos argentinos pueden viajar a las islas Malvinas presentando su pasaporte, el que es sellado de la misma manera que el de cualquier otra persona que llega a las islas ¿Significa ello reconocer la pretendida soberanía británica o perjudicar la soberanía argentina? De ninguna manera. Aunque el trámite sea desagradable, lo único que se reconoce es lo evidente: que es el Reino Unido quien ejerce el control de facto del territorio litigioso. Lo mismo ocurre en cualquier otro lugar del mundo en el que existe una controversia territorial y una de las partes se encuentra en posesión del territorio y la otra no. A ningún palestino se le ocurrirá pensar, por ejemplo, que está reconociendo la legalidad de la presencia de Israel en Cisjordania porque usa cotidianamente el shekel israelí para sus transacciones, o porque utiliza para trasladarse un permiso emitido por la autoridad militar israelí de ocupación. Lo mismo vale para con los diplomáticos de terceros países acreditados ante el gobierno palestino, quienes deben contar también con una autorización israelí. El caso Malvinas es el de un territorio cuya soberanía es argentina pero quien ejerce las competencias estatales es la otra parte de la controversia: el gobierno británico. El acuerdo anglo-argentino del 14 de julio de 1999 se celebró bajo la fórmula de reserva de posición sobre soberanía (el famoso "paraguas"). En este ámbito, como en todos los demás en los que se celebren acuerdos bajo esta fórmula, nada de lo que se realice implica aceptar la posición de una u otra parte. Sin este tipo de cláusulas, nada podría hacerse materialmente para acercar las islas al continente mientras dure la controversia. Las posiciones extremistas, bajo un aparente principismo, favorecen a la otra parte: quien controla el territorio es quien desea el statu quo. Y que la otra parte tenga la menor presencia posible. Tales posiciones falsamente de principio equivalen a dejarle las manos libres al gobierno británico en el territorio litigioso hasta la solución de la controversia.
El gobierno de Néstor Kirchner, con toda razón, denunció la declaración Di Tella-Rifkind sobre "la cooperación" (sic) en materia de actividades hidrocarburíferas del 27 de septiembre de 1995. Era una manera de levantar las dificultades jurídicas para que los británicos exploten el petróleo. Con toda razón también, el gobierno de Néstor Kirchner no hizo lo mismo con la Declaración Di Tella-Cook del 14 de julio de 1999. Esta última rompió con 17 años de prohibición para el ingreso de los ciudadanos argentinos a las islas y estableció el sistema de ingreso con pasaporte. ¿Qué el sistema imperante entre 1971 y 1982 para el tránsito entre el continente y las islas era mejor, pues no se requería pasaporte? Sin duda alguna y puede lamentarse que haya dejado de aplicarse desde 1982. También es evidente que hoy es irrealista volverlo a implementar. Lo que es fundamental es que la presentación y el sellado de pasaporte para ingresar a las islas no constituye reconocimiento alguno de soberanía, ni de la existencia de una tercera parte en la controversia. Tampoco es una medida discriminatoria: toda persona que entra y sale de las islas, incluso los ciudadanos británicos, deben presentar pasaporte.
La realidad es que quienes no desean que haya contactos entre los argentinos del continente y los isleños son los sectores más recalcitrantes de la élite que controla la economía y la vida de las islas. Por eso no extraña que los mismos que denuncian que la Argentina ha instaurado un "bloqueo" en las islas hayan rechazado la propuesta de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner de instaurar vuelos de Aerolíneas Argentinas entre Buenos Aires y las islas.
Ahora bien, en materia de viajes a las islas, ¿es diferente la situación de Cobos, porque es diputado nacional? No. Los legisladores nacionales no deben privarse de su derecho de recorrer el territorio nacional, aun el ocupado por una potencia extranjera. Aunque deban someterse para ello al desagradable trámite migratorio de la potencia colonial. No incurren en reconocimiento alguno de la posición británica ¿Qué pasaría, por ejemplo, si los miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores decidieran tener una reunión en las Malvinas en una sala alquilada en un hotel de las islas? El problema -el serio problema- sería británico, no argentino.
¿Puede un legislador argentino encontrarse con miembros del "Gobierno de las Islas Falkland"? Una cosa es pedirle una entrevista al gobernador designado en Londres por el gobierno de Su Majestad Británica, y otra es encontrar representantes de la población de las islas. Existe aquí otra pista que debe ser utilizada. Ni política de seducción "ditellista" ni negación de la existencia de los isleños. Una cosa es un ciudadano británico llegado desde Londres que luego pretende ser "legislador isleño", y otra es una persona nacida en las islas, que podría ejercer su nacionalidad argentina como cualquiera que haya nacido en el continente. Si el mandato constitucional y las resoluciones de la ONU imponen "el respeto del modo de vida de sus habitantes", no es temerario encontrar a sus representantes para discutir de dicho respeto en el marco de la solución de la controversia. Aunque no sean una tercera parte en la disputa de soberanía, la cual tiene solo dos: la República Argentina y el Reino Unido. Aunque no se los reconozca como miembros de una "Asamblea Legislativa" elegida sobre la base de un sistema que impone la ciudadanía británica para elegir y ser elegido.
La élite de las islas y los intereses económicos que la sostienen en Londres no quieren contactos humanos, comerciales y de transporte con el continente argentino. Porque saben que dichos contactos rompen la imagen de la Argentina que difunden y llevan a lo que inexorablemente temen: la solución de la controversia. La política de auto-aislarnos de las islas sólo favorece a la otra parte en el conflicto, que desea fervientemente unas islas comunicadas con todo el mundo exterior, salvo la Argentina. Para ello trabajan inteligentemente a nuestros vecinos, a quienes les proponen hacer negocios, aunque mantengan su posición de apoyo a la Argentina en la cuestión de soberanía.
Exigir en todos los foros internacionales el cumplimiento por el Reino Unido de las obligaciones de poner fin a la situación colonial y de resolver las disputas internacionales por medios pacíficos es indispensable. Utilizar todos los medios disponibles para alcanzarlo es una exigencia. Tener una política inteligente hacia los verdaderos isleños es otra. Ambas no son excluyentes. En controversias internacionales, y no sólo en ellas, el uso de la inteligencia es tanto o más importante que la pasión que se pone en defender sus derechos. Que Cobos no tape el bosque.
LAS POSIBLES SOLUCIONES:
Malvinas o la necesidad de incluir al tercero excluido.
Lucio Falcone
http://espacioestrategico.blogspot.com.ar/2014/07/malvinas-una-estrategia-para-su.html
A modo de introducción
Nada hay más perverso en política que desear algo y no poner los medios efectivos para obtenerlo. Tal parece ser el caso de nuestras Islas Malvinas. Ya que, por un lado, perdimos una guerra destinada a recuperarla y; por el otro, nos hemos embretado en una larga negociación que no progresa desde hace años.
Así como están las cosas, es poco probable que alguna vez consigamos el objetivo deseado: la plena vigencia de nuestros derechos, materializados con la posesión efectiva de nuestras Islas.
Habiendo renunciado a la guerra y no estando dispuestos a romper con el status quo de limitarnos a reclamar los derechos legítimos en foros internacionales, estamos perdidos, no tenemos una salida a la vista.
Entonces, ¿Cómo salir de esta situación? Debemos apelar al tercero excluido. Veamos.
Desde un principio, la posición argentina se ha basado en la existencia de un conflicto bilateral por la soberanía de las Islas Malvinas, otras islas cercanas y sus aguas adyacentes entre la República Argentina y el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Por su parte, Gran Bretaña sostiene que existe un tercer actor: la población local. Una que recientemente, mediante un referéndum, expresó su voluntad de formar parte de un territorio británico de ultramar.
La postura argentina ha negado siempre la existencia de este tercer actor. Agregando que las resoluciones de la ONU solo la obligan a tener en cuenta sus intereses. Esta postura ha asumido, a priori, que los intereses de los isleños estarán siempre del lado de la Gran Bretaña. Por historia y por tradición. Pero, ¿qué sucedería si esto pudiera ser modificado?
Para reforzarla, algunos han llegado a la exageración de considerar como traición a la Patria cualquier contacto con esta parte y la intención de querer modificarla. Llegando a extremos ridículos como el del fetichismo de considerar un acto de aceptación de soberanía británica el simple trámite administrativo de hacerse sellar el pasaporte por parte de las autoridades isleñas.
Sin embargo, no pareciera haber otro camino que este. Conquistar la mente y los corazones de los isleños. En principio, para que acepten la presencia argentina, sea esta laboral o bajo la forma de servicios que puedan prestarse en las Islas o en el continente. Y finalmente, en un status que vaya reconociendo los derechos soberanos argentinos en forma progresiva.
A modo de desarrollo
En estrategia, el contexto lo es casi todo. Analicemos el que rodea al conflicto Malvinas.
Lo primero, a tener en cuenta, son nuestros enemigos del pasado y los contendientes de hoy. Los británicos. Baste decir, como lo afirman sus mejores expertos militares, que hoy carecen de las capacidades militares de antaño. Ya no disponen de portaaviones ni de aviones de despegue vertical. Tampoco, su base militar en Malvinas es algo impresionante. Ya que solo está equipada con 4 aviones de combate, un avión tanquero para reabastecimiento en vuelo, una o dos fragatas o destructores misilístico, reforzada ocasionalmente un submarino nuclear de ataque y menos de un batallón en fuerzas terrestres.
Más importante que lo anterior es señalar que, hoy, América del Sur es importante para la política exterior británica. Las frecuentes visitas de los jefes de la Cancillería de ese país, especialmente, a Brasil y a México así lo prueban. Así como sus declaraciones públicas. En estas últimas, los funcionarios británicos reconocen que el principal obstáculo para una mejor integración con nuestra región, es el conflicto Malvinas. Un dato más a nuestro favor, ya que su remoción implicaría una ganancia para nuestros adversarios. Por lo que es de esperar que estén más dispuestos a negociar en un contexto adecuado.
En este último sentido, hay algo que reconocer: esta administración ha obtenido el apoyo de la región a nuestra causa. Al negarse sus países integrantes a que buques que partan de las Islas puedan tocar sus puertos. Ello ha elevado el nivel del conflicto de bilateral a regional. Lo que es bueno. Sin embargo, hay que reconocer que esta actitud de apoyo no permanecerá por siempre, si es que no median incentivos concretos. También, es condición que la Argentina deponga actitudes francamente hostiles con nuestros vecinos. Como es el caso del boicot argentino a los puertos uruguayos y al dragado del Río de la Plata.
Lo segundo, es analizar el contexto internacional. Se puede afirmar, que este, después de muchos años, se inclina favorablemente hacia la situación de países como el nuestro. Ya que por un lado, los EE.UU. han dejado de ser una hiperpotencia que fija una única agenda mundial. Y por el otro, están surgiendo nuevas potestades, como las de China, la India y Brasil. Todas ellas, por una causa u otra, con buenos vínculos con la Argentina.
Lo tercero y más importante es analizar la postura de los kelpers. Hay que comenzar diciendo que no cabe duda de que ellos necesitan de la proximidad argentina más que nadie. Una presencia que tendrá que ser benéfica, basada en la posibilidad de que ellos usen nuestros sistemas sanitarios y educativos. Por lejos, los mejores en esta parte del mundo.
Actualmente, la autoridad de las Islas formó un Fondo de Desarrollo de Reserva para la explotación petrolera por un monto de U$ 13 M. Pero, su mayor fuente de ingresos proviene de la venta de los cánones de pesca a unos 500 barcos por año de todo el mundo, especialmente de Europa y Asia. Todo ello ha permitido que sus ingresos anuales per capita (U$ 60.000) de sus 3.100 habitantes estén entre los más altos del mundo.
Se suma a esta bonanza económica, la voluntad política de los isleños por manejar su futuro según su mejor conveniencia. Aspecto que los coloca, por derecho propio, en un actor ineludible a ser tenido en cuenta. No serían pocos los isleños que sueñan con un futuro independiente, lejos de Gran Bretaña y cercano a la Argentina. Como lo atestiguan las declaraciones del isleño John Fowler al diario local, “Penguin News”.
Finalmente, nos toca analizar nuestra situación. Casi desde siempre la Argentina ha basado su reclamo, casi exclusivamente, en una cuestión de soberanía territorial. Hoy este sólido argumento no basta por sí mismo. Los conflictos y los contextos evolucionan para todos. Nos encontramos en una posición favorable para negociar. Pero, siempre y cuando la basemos en apreciaciones realistas y que transformemos a las mismas en políticas de Estado.
Ello no implica dejar de lado lo territorial. Pero si ponerlo en contexto. Especialmente con los escenarios presentes y futuros y que siguen en secuencia al de Malvinas. A saber, la discusión que se está dando en la Convención de la ONU sobre los Derechos del Mar en relación a los fondos marinos y al muy posible reparto de soberanía sobre el Continente Antártico en un futuro cercano.
Para ambos casos, hay que tener presente que los derechos son importantes. Pero, lo es aún más la presencia efectiva que materialice esos derechos. Para lo cual, es ineludible disponer de una Cancillería informada y eficaz en la defensa de nuestros intereses. Además, de fuerzas armadas con una capacidad de disuasión creíble. Ya que ambas, la diplomacia y lo militar, son la necesaria contracara de nuestra política exterior.
En muy pocas palabras: nos tenemos que presentar como la solución del problema, no como su causa principal.
A modo de conclusión
Probablemente, algún mal intencionado o alguien mal informado podrían confundir esta posición con una caracterizada por el facilismo. Nada más alejado de la realidad. Ya me lo decía un diplomático versado en estos temas. La cuestión Malvinas no será fácil de resolver; ya que nos enfrentamos a una de las mejores diplomacias del mundo.
Le contesté, que mejor. Ello nos obligará a perfeccionar nuestras destrezas.
Reducir Malvinas.
Laura Etcharren
http://soclauraetcharren.blogspot.com.ar/2014/07/reducir-malvinas.html
Argentina no está para el "realismo mágico".
En el contexto de la patológica tergiversación y en un escenario político que ha trascendido fronteras para plasmar en las noticias, la vergüenza de tener en función, a un vicepresidente de la Nación procesado, la vía de escape, intentó concentrarse en el viaje que hace semanas atrás realizara el diputado y candidato a presidente, Julio Cobos, a Malvinas.
Dicho viaje no sólo movilizó estructuras bajo el velo de la conciencia y la soberanía, también puso en evidencia, la gran insustancialidad que hay sobre los temas importantes. Una insustancialidad, tanto histórica como retórica, con la pretensión de crear una atmósfera de conflicto y desconfianza que solo terminó por constatar las imprecisiones de un gobierno sostenido por la jactancia de sus impericias.
Malvinas, la alternativa B para desplazar la centralidad del bochorno político. Porque ni la copa del mundo, con la euforia que la misma conlleva, pudo trasladar el panóptico que apunta a Boudou.
Los exabruptos del Gobierno se encarnan hasta en las desprolijidades diplomáticas. Como relata, of de record, un erudito en la materia: El ex canciller del Gobierno, Jorge Taiana, se atreve a hacer críticas sobre el viaje aludiendo a que podría perjudicar la política internacional del país sobre Malvinas al aceptar el sellado de entrada del pasaporte. Con lo cual, demuestra un atroz desconocimiento del estatus jurídico sobre este tema, el cual fue expresamente resuelto en el paraguas de acuerdo firmado entre Argentina e Inglaterra (con presencia de los Isleños) en el año 1989 y llevado a la práctica en el acuerdo de 1999 que dispuso que, tanto Argentinos como británicos y de cualquier otra nacionalidad, deben presentar, sus respectivos pasaportes para su sellado".
Desafortunados análisis. Patéticas declaraciones.
Todos intentos frustrados, puesto que la sociedad, agobiada de la manipulación desde arriba, ya no compra los ensayos de dignidad, ni mucho menos, las manchas que buscan exportar.
En otro plano -el de la Seguridad- ocurre lo mismo.
El reduccionismo es la base que termina por banalizar las temáticas que de cara al futuro, comenzando por la conducta del presente, van a guiar el encauce de la Argentina. Es por ello que, negar la inseguridad; compararla con la del 2001; o bien minimizarla hasta la subestimación, incomoda. Acentúa el malestar que impera. Recrudece la desconfianza y lejos de asentir el desequilibrio, se redobla en cuestionamientos y protestas.
La Argentina, no está para el “realismo mágico”.
La inseguridad no es lúdica y tampoco puede ser testigo de la ignorancia de sujetarla, únicamente, al narcotráfico. Porque eso deja, irremediablemente afuera, otros problemas que también componen a la inseguridad como una esfera más de la vida que, al mismo tiempo que genera apetecible renta, es también bastardeada en la impertinencia reduccionista.
Tácticas y estrategias de un Gobierno Nacional quebrado y de algunos sectores de la oposición que, frente a la sensatez basada en la acción, despejan el camino. Es decir, amplían el campo visual en donde los argentinos, podemos ser testigos de la anemia de ideas. De la ausencia de decisión política y de las claras limitaciones que envuelven a la clase política atada en las acciones ajenas para ver si pueden, aunque sea mal, generar una noticia trascendente.
Pero les sale mal.
Le salió mal al oficialismo sumergido en un proyecto en el cual, la “revolución”, le devino en delirio. Y le salió mal a sectores de la UCR que aún no han comprendido que de la alteridad surgen buenos debates y grandes ideas.
De ahí que la mediocridad, en estas últimas semanas, haya querido ser llevada al frustrado llamado de reprochar un viaje sin simulacros. Un viaje, a Malvinas, para conocer desde adentro el lugar que forma parte de nuestra historia y que es, sin lugar a dudas, un referente temático que está en agenda y que debe seguir estando desde el diálogo y bajo el entendimiento del derecho que no merece ser maniobrado. Y no por razones políticas, más bien y por sobre todo, por las vidas perdidas.
OTRAS SITUACIONES SIMILARES:

Joel Atkinson
http://espacioestrategico.blogspot.com.ar/2014/07/las-complejas-relaciones-entre-china-y.html

Zhang Zhijun, director de la oficina de asuntos de Taiwán de China, recientemente concluyó una visita de cuatro días a Taiwán. Es el funcionario de más alto rango de la República Popular de China que haya visitado Taiwán, lo que es un hito en las relaciones a través del estrecho de Taiwán.
La primera parada del itinerario de Zhang fue una reunión con su homólogo de Taiwán, Wang Yu-chi, el director del Consejo de Asuntos de Taiwán. Los dos habían celebrado la primera de estas conversaciones de gobierno a gobierno en febrero, en Nanjing, donde acordaron, en principio, establecer mecanismos de comunicación oficial, incluyendo oficinas de representación. Esta vez, se movieron un paso más cerca de establecer oficinas de representación, aceptando que el personal podría hacer visitas humanitarias a los detenidos. También acordaron una mayor participación de Taiwán en los acuerdos comerciales regionales.
Pero el propósito más importante de la misión de Zhang fue demostrar al público de Taiwán que Beijing tiene un lado más suave, más amigable. Zhang hizo visitas a asilos, guarderías y otros lugares donde podía conseguir hablar con el "taiwanés común" durante su estancia. También se reunió con varios alcaldes, incluyendo uno — Chen Chu, el alcalde de Kaohsiung, quien pertenece al Partido Progresista Democrático Independentista.
Zhang no estaba autorizado a hacer concesiones sobre el mapa de China en aras a una futura reunificación con Taiwán. La fórmula de "un país, dos sistemas" fue la obligada dada la amenaza de guerra que la mayoría de los taiwaneses sienten respecto de China. En cambio, tuvo que pelar a su sonrisa y a su ambigüedad constructiva para tratar de construir un terreno en común para seguir negociando.
Recientemente, la portavoz de la oficina de Asuntos de Taiwán había encolerizado a muchos taiwaneses declarando que el futuro de Taiwán debe ser decidido consultando, también, a China, y no sólo a los taiwaneses. Zhang no ofreció nada para contradecir a su subordinado, pero suavizó el tono con algunas metáforas amigables, diciendo: "La gente a través del estrecho tiene la misma raíz, así que tenemos que pensar y actuar como una familia cuando se enfrentan a dificultades comunes con el fin de resolver estos problemas".
Aparentemente reacio a mencionar o validar la democracia de Taiwán, Zhang habló sobre cómo Beijing entiende que: “… la gente en Taiwán atesora su sistema social, sus valores y el estilo de vida que han escogido y por lo que nosotros respetamos sus decisiones".

LAS CONSECUENCIAS MARITIMAS:
La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR).
Es considerada uno de los tratados multilaterales más importantes de la historia, desde la aprobación de la Carta de la ONU, siendo calificada como la Constitución de los océanos.
Fue aprobada, tras nueve años de trabajo, el 30 de abril de 1982 en Nueva York y abierta a su firma por parte de los Estados, el 10 de diciembre de 1982, en Bahía Montego (Jamaica. Entró en vigor el 16 de noviembre de 1994.
Los órganos establecidos en virtud de la Convención son los siguientes:
·         La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos: a través de ésta los Estados partes controlan y organizan las actividades relativas a los recursos naturales en los fondos marinos fuera de los límites de las jurisdicciones nacionales. Se estableció en 1994 en Kingston, Jamaica.
·         El Tribunal Internacional del Derecho del Mar: es un foro de solución de controversias sobre la interpretación o aplicación de las Convención. Fue establecido en 1994, en Hamburgo, Alemania y cuenta con no más de 21 jueces.
·         La Comisión de Límites de la Plataforma Continental: hace recomendaciones a los Estados que reclaman plataformas continentales de más de 200 millas. Está integrada por 21 miembros elegidos por los Estados partes y se encuentra en la Sede de las Naciones Unidas, donde celebró sus dos primeras sesiones en 1997.
Entre otros, la COVENMAR, cubre los siguientes temas de Derecho del mar: límites de las zonas marítimas; zona económica exclusiva; plataforma continental y alta mar; derechos de navegación y estrechos para la navegación internacional; Estados archipelágicos; paz y la seguridad en los océanos y los mares; conservación y gestión de los recursos marinos vivos; protección y preservación del medio marino; investigación científica marina; y procedimientos para la solución de controversias
La misma establece las siguientes zonas marítimas:

El Mar territorial (12 MN[1]): establece que todo Estado tiene derecho a establecer la anchura de su mar territorial hasta un límite que no exceda de 12 millas marinas, medidas a partir de líneas de base determinadas de conformidad con la misma Convención. Cuando las costas de dos Estados son adyacentes o se hallen situadas frente a frente, ninguno de dichos Estados tiene derecho, salvo acuerdo en contrario, a extender su mar territorial más allá de una línea media.
La Zona contigua (24 MN): establece una zona adyacente al mar territorial, designada con el nombre de zona contigua, con el objeto que el Estado ribereño pueda tomar las medidas de fiscalización necesarias para prevenir las infracciones de sus leyes y reglamentos aduaneros, fiscales, de inmigración o sanitarios que se cometan en su territorio o en su mar territorial y para sancionar las infracciones de esas leyes. La zona contigua no puede extenderse más allá de 24 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial.
La Zona económica exclusiva (200 MN): reconoce una zona económica exclusiva, como un área situada más allá del mar territorial adyacente a éste, sujeta al régimen jurídico específico establecido en la Convención. En la zona económica exclusiva, el Estado ribereño tiene derechos de soberanía para los fines de exploración y explotación, conservación y administración de los recursos naturales, tanto vivos como no vivos de las aguas suprayacentes al lecho y del lecho y el subsuelo del mar. Implica, jurisdicción, con respecto al establecimiento y la utilización de islas artificiales, instalaciones y estructuras. La zona económica exclusiva no puede extenderse más allá de 200 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial.
La Plataforma continental: es la prolongación natural de un continente, que queda cubierto durante por mares relativamente poco profundos y golfos. La plataforma nace, entonces, en la costa, y suele terminar en un punto de la comarca pendiente creciente, llamado barrera continental. De acuerdo a la Convención, la plataforma continental de un Estado ribereño comprende el lecho y el subsuelo de las áreas submarinas que se extienden más allá de su mar territorial y a todo lo largo de la prolongación natural de su territorio hasta el borde exterior del margen continental. Los puntos fijos que constituyen la línea del límite exterior de la plataforma continental en el lecho del mar, deben estar situados a una distancia que no exceda de 350 millas marinas.
La posición argentina.
La Argentina fue uno de los primeros países que destacó el alcance de sus derechos de soberanía sobre la plataforma continental en su condición de Estado ribereño. En 1916 desarrolló una doctrina que reivindicaba los derechos sobre la plataforma continental y todos los recursos que en ella existían. En 1944, se declaró zona de reserva minera a la plataforma continental. Posteriormente, en 1946, el Decreto N° 14.708/463 fue mucho más allá en cuanto a sus fundamentos y alcances, y reivindicó la soberanía argentina sobre el mar epicontinental y el zócalo continental.
En 1966, la Ley N° 17.0945 reafirmó la soberanía argentina sobre el lecho y el subsuelo de las zonas submarinas adyacentes a su territorio hasta una profundidad de doscientos metros o más allá de este límite, hasta donde la profundidad de las aguas suprayacentes permitiera la explotación de los recursos naturales de dichas zonas.
En 1991, antes de la entrada en vigor de la CONVEMAR, la Argentina dictó la Ley de Espacios Marítimos N°23.968. La Argentina tiene por lo tanto fijado el límite exterior de su plataforma continental de conformidad con lo establecido en el texto de la CONVEMAR.
La República Argentina se creó la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA) como una comisión interministerial, bajo la dependencia directa del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, e integrada también por el Ministerio de Economía y Producción y el Servicio de Hidrografía Naval. Está encargada de elaborar la propuesta definitiva para establecer el límite exterior de la plataforma continental argentina, de conformidad con las normas internacionales y la Ley N° 23.968.
La CONVEMAR reconoce que la competencia respecto de la delimitación marítima entre Estados, reside en los propios Estados. Los espacios marítimos de la República Argentina lindan al Norte con la República Oriental del Uruguay y al Sur con la República de Chile.
Respecto de las Islas Malvinas surge una controversia. Ya que de acuerdo con lo dispuesto por la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional:
La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vidade sus habitantes, y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.
La República Argentina jamás ha reconocido la ilegítima ocupación británica de los archipiélagos australes, por cuanto la presencia del Reino Unido deriva de la usurpación de 1833 de una parte del territorio nacional argentino, la cual fue inmediatamente protestada y nunca consentida por la República Argentina.
La ONU, la OEA y otros foros y organismos internacionales y regionales reconocen la existencia de la disputa de soberanía entre la República Argentina y el Reino Unido sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes (incluida la plataforma continental) y han efectuado numerosos llamamientos para que ambos países reanuden las negociaciones de soberanía hasta alcanzar una solución justa, pacífica y definitiva de la controversia.
MISCELANEAS:
Romina Bono

http://www.cronista.com/informaciongral/Con-balas-de-Malvinas-Pallarols-creara-dos-rosas--20140517-0004.html

Con balas de Malvinas, Pallarols creará dos rosas.
El maestro orfebre Juan Carlos Pallarols fundirá una cápsula de bala del ejército argentino con parte de un proyectil inglés que se encontraron tras la Guerra de Malvinas para realizar dos rosas como símbolo de que otra comunicación es posible.
“El arte es muy sanador”, dice Pallarols en su taller de San Telmo. "Como argentino sufrí mucho con la guerra, lo único que rescato son las señoras que tejían bufandas para los soldados".
"Pensar, para crecer", responde el orfebre cuando se le consulta por la motivación para este nuevo proyecto. Desde que conoció al teniente primero José Martiniano Duarte cuenta que se le ocurrió realizar una pieza con el fin de conmover y movilizar.
Duarte se enfrentó cuerpo a cuerpo con John Hamilton, un capitán de las fuerzas especiales inglesas, durante un combate en la Isla Gran Malvina. El ex combatiente argentino decidió dar sepultura con honores al capitán inglés en un regimiento del lado argentino. El testimonio de soldados británicos sobre aquel acto llegó a oídos del otro lado del Atlántico y su viuda, veinte años después, quiso conocer a Duarte. El encuentro tuvo lugar un 9 de abril de 2002 en la Embajada Argentina en Londres.
“La guerra fue una excusa para Galtieri y para el gobierno de Margaret Thatcher” reflexiona Pallarols, “ambos necesitaban tapar lo que estaba ocurriendo en respectivos países”.
El Ejército Argentino donó al orfebre una cápsula con la cual una parte se utilizó para hacer láminas de bronces transformadas en palomitas de la paz. Pallarols pensó en la niña de las mil grullas, Sadako Sasaki, quien como causa de la explosión de la bomba de Hiroshima contrajo leucemia. Sadako comenzó a realizar grullas con cajas de medicamentos como deseo no sólo de que ella se recuperase sino por todas las víctimas que sufrían las causas de la guerra. Sirviéndose de esta inspiración, hace cinco años Pallarols talló palomitas cuyas alas dicen “paz”.
Desde el lado inglés, y gracias a los vínculos que mantuvo el teniente Duarte, un proyectil británico se fundirá con la cápsula del ejército argentino para convertirse en dos rosas. Lo que no puede la guerra, ¿podrá el arte? Para el orfebre, la hermandad de ambos pueblos es posible.

Un británico en el frente chileno.
Juan Pablo Garnham
http://www.quepasa.cl/articulo/actualidad/2014/07/1-14732-9-el-britanico-en-el-frente-chileno.shtml
Hace más de 30 años, el oficial de la fuerza aérea británica Sidney Edwards fue escogido para la que sería la misión de su vida. En medio de la guerra de las Malvinas, él tendría que lograr el apoyo de Chile contra Argentina. Cuando los documentos oficiales en su país fueron desclasificados, Edwards decidió relatar su historia en un libro, que hoy está a punto de publicar. Ahora cuenta su experiencia por primera vez en una entrevista, y detalla la colaboración chilena en el conflicto.
“El general Matthei era un hombre muy pragmático y sabía que si Chile no nos ayudaba en la guerra, después los argentinos caminarían derecho a tomar las islas del Beagle. Lo otro que sabía es que ésta era una oportunidad ideal para conseguir armamento, inteligencia y otras cosas”. Patricia estaba preocupada. Era 1982, la guerra acababa de empezar y ahora estaban ordenando a su esposo, de un día para otro, dejar su trabajo en Londres. Más que eso, ella no podía saber. “Patricia se había acostumbrado al hecho de que a veces no le podía contar lo que estaba haciendo”, recuerda Sidney Edwards, su marido y, en esa época, oficial de la fuerza aérea británica.
“Más tarde me diría que pensó que yo estaba en Argentina todo ese tiempo, espiando, y eso la tenía muy preocupada. Me dijo también que si hubiera sabido que estaba en Chile no se habría preocupado tanto”, explica desde Inglaterra el aviador retirado, quien está a punto de publicar en su país el libro My Secret Falklands War (de la editorial británica Book Guild).
Su objetivo era conseguir y coordinar el apoyo del gobierno de Chile a la defensa británica de las islas del Atlántico Sur. Antes de tomar un avión, vestido de civil, hasta Santiago, Edwards tuvo sólo dos días para armar la maleta y preparar su viaje. En ese tiempo, se reunió con Miguel Schweitzer, embajador chileno en Londres, y Ramón Vega, quien era agregado aéreo en esa misma ciudad y quien mucho después llegaría a ser comandante en jefe de la Fuerza Aérea. Ya en el vuelo, por fin pudo pensar en su estrategia en Chile. “Me puse a planear cómo aproximarme al general Fernando Matthei, cómo le explicaría lo que queríamos lograr”, dice Edwards.
Una vez en Santiago, Edwards partió directo a la embajada de su país. En la tarde ya tenía agendada una cita con el comandante de la Fuerza Aérea. “El general Matthei me dio la mano cálidamente”, dice Edwards en su libro. “Me ofreció cooperación total dentro de los límites de lo práctico y de lo diplomáticamente posible. Enfatizó la necesidad de mantener el secreto”. El británico le dijo que entendía la delicadeza de las relaciones entre los dos países y continuaron conversando.
“No pude creer la cooperación que logré con él y, por supuesto, con el resto de sus oficiales”, recuerda Edwards. “Obviamente el general Matthei era un hombre muy pragmático y sabía dos cosas clave: que si Chile no nos ayudaba en la guerra, después los argentinos caminarían derecho a tomar las islas del canal Beagle. Lo otro es que Matthei sabía que ésta era una oportunidad ideal para conseguir armamento, inteligencia y otras cosas que normalmente no habrían conseguido”.
En su libro, Edwards describe todas estas reuniones entregando nombres y detalles, a pesar de que las pocas notas que podía tomar debía destruirlas de inmediato. “Éste fue un periodo muy relevante en mi vida y lo tengo muy fresco en mi memoria”, dice.
Un radar mirando al este
A pesar de este tipo de preocupaciones, para su misión fue útil encontrarse en una dictadura. Todo se conseguía rápido: a los pocos días ya tenía un carné de identidad y una licencia para manejar. Vivía con un pie en la embajada británica y otro en las oficinas centrales de la Fuerza Aérea chilena. Desde ahí coordinó el uso de un radar de largo alcance en Punta Arenas, que permitía ver los movimientos aéreos en Ushuaia, Río Gallegos, Río Grande y Comodoro Rivadavia. “El general Vicente Rodríguez y yo acordamos que crearíamos un sistema para poner esta información al alcance de la fuerza en la misión”, explica Edwards en su libro. También coordinó, junto con Londres, la llegada a Santiago de un equipo del Servicio Aéreo Especial británico (SAS)  con un sistema satelital de comunicaciones seguro.
Además, comenzó a ver la posibilidad de usar un aeropuerto chileno para misiones Nimrod, que permitían volar a gran altura cerca de la frontera con Argentina y obtener información de lo que pasaba en ese país. Matthei prefirió no usar bases en el continente, pero no tuvo problemas con aprovechar la pista de aterrizaje ubicada en la isla San Félix, a 892 kilómetros de la costa chilena, a la altura de Chañaral. Unos cuantos aviones británicos llegaron para ésta y otras labores, pintados con los colores chilenos. En la isla, a cargo de la Armada, el almirante José Toribio Merino había ordenado darles todas las facilidades. “Fueron probablemente cinco vuelos de reconocimiento o algo así. Su importancia fue que nuestra inteligencia en ciertos aspectos de las fuerzas argentinas no era mucha, porque nunca esperamos tener problemas con ellos”, dice Edwards.
Mientras tanto, el oficial inglés llevaba una cuenta de los aviones derribados, buques hundidos y tropas heridas. “Junto con mis colegas chilenos estábamos de acuerdo en que los pilotos argentinos estaban mostrando un gran coraje”, dice. En Londres, los mensajes cifrados que mandaba Sidney Edwards desde Santiago se comenzaban a hacer famosos entre ese pequeño círculo que estaba a cargo de dirigir la guerra. Llegó a escuchar que hasta la primera ministra Margaret Thatcher se refería a ellos con el nombre informal con que fueron bautizados: los “sidgrams”.
“Mi opinión personal, y creo que es similar entre mis jefes del Ministerio de Defensa y la primera ministra Margaret Thatcher, es que la ayuda que logramos de Chile fue absolutamente crucial”, dice Edwards.
NOTICIAS de DEFENSA:
La “Fortaleza Falkland”.
Fuente: Ministerio de Defensa Británico
Las Islas Malvinas y otros territorios en posesión de Gran Bretaña como las islas Georgias del Sur y las Islas Sandwich del Sur están bajo la presencia militar de lo que se conoce la "British Forces South Atlantic Islands”, la que comprenden un contingente de tropas local y destacamentos permanentes de las fuerzas armadas británicas.  Se encuentran bajo el comando delCommander of the British Forces South Atlantic Islands”, quien es un oficial superior británico.
Falkland Islands Defence Force: las Islas mantienen una fuerza de reserva compuesta por voluntarios denominada “Falkland Islands Defence Force”. Está compuesta por una compañía de infantería ligera que es entrenada por suboficiales de los Royal marines durante los fines de semana.
La Marina Real: Tiene su propio puerto en Mare Harbour, cerca de Mount Pleasant. Su dotación permanente incluye a una fragata o a un destructor misilístico acompañado por dos buques de apoyo.

Entre estos últimos se encuentran el  HMS Clyde, que permanece siempre cerca de las islas y a un buque de patrulla ártica, el HMS Protector, que navega en aguas antárticas durante los 6 meses de primavera-verano.
También, en forma ocasional, puede encontrarse en aguas de las Islas a un submarino nuclear de ataque tipo Trafalgar  o Astute. Ambos armados con misiles de crucero BGM-109 Tomahawk , con un alcance de 2.400 km. 
El Ejército Británico: Mantiene una guarnición de cerca de 1.200 hombres compuesta por una compañía de infantería ligera, una compañía de ingenieros (dedicada a la remoción de obstáculos minados) y una compañía de comunicaciones y guerra electrónica, además de otros grupos logísticos y de apoyo. También, hay una batería antiaéreos, equipada con misiles Rapier.

La Real Fuerza Aérea: Mantiene a 4 aviones de combate avanzado Typhoon, un avión de reabsatecimiento en vuelo Airbus Voyager y un avión de transporte Hercules para tareas logísticas. Además, dispone de dos helicópteros de transporte tipo Sea King para tareas de rescate y salvamento.
BREVE BIBLIOGRAFIA SUGERIDA:

1.      Para los antecedentes históricos:
-CRESTO, Juan José. Historia de las Islas Malvinas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días. Ed. Dunken.  Dos tomos.
2.      Para la Guerra del Atlántico Sur:
a.      Fuente argentina:
-          RUIZ MORENO, Isidoro. Comandos en Acción. Ed. Claridad.
b.      Fuente británica:
-          M. HASTINGS y S. JENKINS. La Batalla por las Malvinas. Ed. Emecé.
3.      Para el futuro:
-          CASTRO; Jorge. Malvinas Hoy. Su importancia económica y geopolítica. Ed. Distal.





[1] Una milla náutica equivale a: 1.852 metros.

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